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Fiesta Guanaca en Washington

Biblioteca Carnegie, Washington,  DC 
Por José Manuel Ortiz Benítez

En un típico soplo otoñal, el viento quita suavemente las hojas secas del andén como para dar paso a la entrada de los invitados por la entrada principal. No hay lista de invitados, es una fiesta abierta para todos los miembros de la Comunidad.  

En medio de dos imponentes columnas, la de Homero y la de Galileo Galilei, brilla, como la punta de un zapato recién lustrado, la calvicie de un empresario salvadoreño llamado Elmer Díaz. A su lado está otro empresario salvadoreño, chiquito y matón, llamado Salvador Zelaya, mejor conocido entre sus amigos como Chambita, quien, llueva, truene, nieve, o le caiga un rayo encima, jamás falla con su presencia en este tipo de eventos.

Por el otro espacioso costado del edificio, bajo las columnas de Platón y Newton, con letras esculpidas en piedra dorada, se encuentran prendidos de una copa, en una mesa redonda como la del Rey Arturo, Jacinto y Abigail Rivera, una reconocida  pareja de empresarios salvadoreños llegados a Washington, DC en la década de los 70s.

En la tarima, los integrantes de La Máquina, la herramienta contratada para amenizar la ocasión, como herreros en la faena sacan chispas de sus instrumentos para deleitar a los presentes, debidamente colocados delante de un fondo azul con los logos del  Comité  Cívico Cultural y el Comité Cívico Empresarial, dos órganos de peso integrados por salvadoreños honorables de la cultura y del mundo de los negocios de esta hermosa ciudad.

Por los anchos pasillos de granito negro con figurinas geométricas blancas, hay un frenesí de fotógrafos y videografos, buscando la foto perfecta de la noche.

Debajo de un gran reloj sostenido por la escultura de dos arcángeles gigantes, una amplia pista de baile  alberga una multitud de personalidades, entre empresarios, reinas, candidatas, cuerpo diplomático y líderes comunitarios, a  quienes se les ve doblar las cinturas como mejor pueden al son de una rola espesamente salvadoreña.

Desde lo alto de las columnas que envuelven la pista, las luces alumbran intermitentemente los rostros y las cabezas de los mejores hombres y mujeres expulsados de nuestra patria, ahora perfectamente integrados en esta majestuosa ciudad.

Entre el resplandor de de luz, se distingue la figura inconfundible de la industria La Chiquita, Dorita Escobar, muy grande, sonriente, con un vestido negro fruncido a la piel, y un ribete blanco anclado al pecho, tacones finos y alargados, zapateando alegremente entre amigos y miembros de la comunidad.

Chambita, como de costumbre, anuncia “aquí, hay comida y vino para todos” en un estilo fuertemente cantonal.

En nuestra mesa, una invitada, con cara desorientada, pregunta,  y “dónde estamos aquí”?

Desde que la salvadoreña Jackie Reyes fue electa por la Alcaldesa de Washington Muriel Bowser como la Directora de la Oficina de Asuntos Latinos de la ciudad, nunca antes los salvadoreños habíamos llegado a organizar ningún tipo de evento en estos amplios espacios públicos de piedras esculpidas, escalinatas de alfombra roja, columnas dóricas y hierro forjado.

“Ahora si nos tomamos esta ciudad”, dice la comensal de nuestra mesa, convencida en su despiste, de la nueva fuerza de la Comunidad.

José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en la ciudad de Washington, DC. 
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2 comments :

  1. A buenahora este blog ha revivido en un momento critico para el pueblo de Cuscatlan!

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  2. This comment has been removed by a blog administrator.

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Gracias por participar en SPMNEWS de Salvadoreños por el Mundo


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